VLmundo │ Ni a propósito le salía un rival así al Madrid, tan idéntico al Borussia en su presión que bien se pudo suponer que lo de San Mamés fue unensayo general para lo que le espera al equipo de Mourinho en laChampions. Salió el Athletic enfebrecido, muy acorde a un clásico con el Madrid donde sus jugadores dan el 200 por cien, dejando todo en el terreno en busca de una presión que no dejara respirar a los blancos. Uno de esos partidos en los que los aficionados acaban diciendo aquello de «si jugaran con esta intensidad todos los partidos no estaríamos donde estamos».
Pero lo cierto es que es el Madrid el que levanta la pasión de los leones. Sin una pausa, sin un un respiro, los de Bielsa salieron con el corazón saliéndole por la boca, apretando dos o tres al mismo tiempo al conductor del balón, con un hambre tremenda, buscando ahogar a los blancos, que no pudieron vivir tranquilos ni un segundo de este primer tiempo frenético.
El que peor lo pasó fue Modric. Tenía que engarzar líneas desde la media punta, allá donde el Madrid debería iniciar los contragolpes, pero no pudo enganchar un balón porque ni la cabeza pudo levantar. Achuchado por Ander Herrera, Ibai y Muniaín, y a veces por los tres a la vez, el croata se hundió irremediablemente. Sin espacio ni tiempo para maniobrar, fue buscando trozos de hierba cada vez más atrás, tanto que acabó al lado de Khedira y Alonso, dejando al equipo partido en dos.
La baza de Cristiano
Afortunadamente para el Madrid, tiene a Cristiano, que es otra cosa.Está por encima de todo lo demás. Al minuto ya había marcado un golazo en un golpe franco que daba reposo y ventaja a los suyos. Pero eso no amilanó al Athletic, dispuesto a dejarse todos los pulmones que fueran necesarios en busca de su oportunidad.
La sensación que dejaban los vascos es que en ese enloquecido pressing en busca de asfixiar al Madrid se iban a dejar toda su apuesta en la primera parte porque parecía imposible que aguantaran a ese ritmo enloquecido todo el partido. No solo no sacó renta, sino que incluso pudo irse noqueado al descanso porque cada contra blanca era letal. Di María disparó al larguero y todo lo que hacía el Athletic, su lucha denodada, su furor indesmayable, su ir a por todas, se quedaba en casi nada, en fuegos de artificio porque no lo concretaba ni en juego ni en ocasiones, solo en un ir sin desmayo a la recuperación de balón para luego quedarse sin aire en la cabeza para distribuirlo con el peligro necesario para inquietar a Diego López. A pesar de todo, el gallego tuvo que realizar dos o tres paradas de gran mérito, en la excelente línea que lleva manteniendo desde que volvió a la casa blanca.
El partido, que fue eléctrico en la primera mitad, se llenó de truenos en la continuación. El Athletic llegaba una décima de segundo más tarde a los balones divididos y en ese choque de hierros los blancos vieron mala intención, así que también sacaron armas al tapete.
Así que el choque fue de trenes, cruento. Pasó de ser duro y noble, a ser áspero y abrupto, con gente repartiendo aquí y allá, con miradas a los número tomando nota del dorsal en ese clásico «te he tomado la matrícula y a la siguiente te vas a enterar».
En ese terreno de trincheras, de ir y venir, de pegar y recibir, el Madrid es imparable, sobre todo porque tiene a Cristiano, que volvió a decidir. Le robó la cartera a un buen Ramalho y cabeceó a la red el tanto definitivo. Fue la sentencia porque el Athletic se vino abajo totalmente. Vio que no podía y se dedicó a rascar pero bien. Vitienes, que es muy mal árbitro, se arrugó, no fue capaz de frenar aquello y el partido se metió en una vertiente de tralla tremenda donde el Madrid, más entero, tenía las de ganar. Higuaín llegó, besó el santo y cerró el choque.
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